Saber decir que no, ¿una tarea complicada?
La conducta asertiva, más conocida como “saber decir que no”, se caracteriza por la expresión directa de los propios sentimientos, necesidades, derechos legítimos u opiniones sin amenazar o castigar a los demás, y sin violar sus derechos. Así, el mensaje que mandamos al otro cuando ponemos esto en práctica es: “esto es lo que yo pienso; esto es lo que yo siento; así es como veo la situación”.
La asertividad, como el resto de habilidades sociales, es importante para lograr dos tipos de objetivos:
- Afectuoso: conseguir relaciones satisfactorias con los demás, estableciendo amistades y relaciones amorosas.
- Instrumental: realizar actividades con éxito en nuestra vida diaria, como comprar, vender, entrevistas de trabajo y la utilización de instituciones sociales y prestaciones.
En primer lugar, debemos diferenciar esta conducta de la agresiva, en la cual violamos los derechos de la otra persona; y de la conducta no asertiva, que implica la violación de los propios derechos al no ser capaz de expresar nuestros sentimientos, pensamientos y opiniones y, por consiguiente, permitiendo a los demás que violen nuestros propios sentimientos, o los acabemos expresando con disculpas y con falta de confianza, por lo que los otros pueden fácilmente no hacernos caso.
La respuesta asertiva se caracteriza por un contacto ocular directo, un tono de voz en la conversación adecuado, un habla fluida, gestos firmes, respuestas directas a la situación, manos sueltas, mensajes en primera persona y verbalizaciones positivas.
Al poner este tipo de conducta en práctica, es normal que sintamos cierto malestar o ansiedad. Esto es algo que nos ocurre a todos, ya que no estamos acostumbrados y nos supone cierto malestar. Ejemplos de estas situaciones son cuando queremos devolver un producto defectuoso al dependiente de una tienda, o expresar una molestia o una crítica justificada de manera apropiada. Lo que debemos hacer es valorar las consecuencias a corto y largo plazo, y ver qué es lo más favorable. Lo que está demostrado, es que la conducta asertiva a largo plazo, aumenta las consecuencias positivas y diminuye las desfavorables.
La persona que consigue mantener este tipo de conductas, logra resolver sus problemas, sentirse a gusto consigo mismo y con los otros, satisfecho y relajado, tiene el control de la situación, y se gusta tanto a sí mismo como a los demás.
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