miércoles, junio 06, 2007

La relación amorosa
El 80 % de los enfermos evita el acercamiento hacia otra persona o experimenta pequeñas fugas que minan la relación. Pero encuentran alivio cuando asumen la dificultad y se someten a una terapia adecuada.
La sexualidad de la personalidad fóbica está alterada por una intensa inhibición. Existe una necesidad de entrega como donación al otro, pero es potencialmente un enemigo encubierto. Se evita así el acercamiento o se realiza bajo parámetros en que no se subjetiviza a la persona, sino se lo objetiviza al revestirlo de proyecciones, explican los terapeutas. Las relaciones entonces, se convierten en anónimas o fugaces. Cuando los elementos fóbicos están implicados como características de personalidad, existe una sexualidad aparentemente sin conflictos, en un principio; pero, luego y en base a problemáticas superficiales, empiezan a parecer lo que podríamos denominar "boicots fóbicos", pequeñas fugas que terminan minando la relación .Los síntomas de angustia, pueden instalarse y aparecer egosintónicos a la lectura del paciente y difíciles de detectar para el entorno. Pueden permanecer camuflados a los ojos de los demás durante demasiado tiempo. El paciente, la persona, el grupo o la institución, tienen medios y métodos para evitar el displacer de la problemática, por ende, utilizan los mismos mecanismos para ocultar sus terrores, miedos o pavores. El único momento adecuadamente terapéutico es el: "cuadro de agotamiento", que se presenta ocasionalmente. En los casos en que se obtiene mínimamente un estado de equilibrio, no se debe esperar la desaparición de todos los síntomas egodistónicos. Si las conductas de equilibrio son suficientemente eficaces y el juego de pulsiones y defensas actúan adecuadamente, la conducta fóbica tiende hacia sus objetos fóbicos con un seudo permiso; es decir, con angustia, pero con acercamiento. Este punto es clave, porque el contacto con la realidad, el contacto con el objeto fóbico, permitirá la posibilidad de disolución del tabú de base si el paciente, el grupo pueden ver que no se trata de un elemento peligroso para su integridad.
NO CONFUNDIR CON TIMIDEZ
"La fobia social es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales; especialmente, actuar de tal modo que se coloque en una situación vergonzosa frente a las demás personas". Frecuentemente es hereditaria y puede estar acompañada de depresión o alcoholismo. La fobia social comienza en algunos casos, en el principio de la adolescencia. Los que la padecen tienen la idea de que las otras personas son muy competentes en público y que ellos están en desventaja. De este modo, los pequeños errores que cometen parecen mucho más exagerados de lo que en realidad son. Se ruborizan, sienten vergüenza y creen que todas las personas los están mirando. De otro modo, también, pueden tener miedo de estar con personas que no sean las más allegadas. O experimentan un miedo más específico, como el sentir ansiedad si tienen que dar un discurso, hablar con el jefe o aceptar una invitación. Aunque, este trastorno frecuentemente se confunde con timidez, no es lo mismo. Las personas con fobia social no necesariamente son tímidas. Pueden sentirse totalmente cómodas con otras personas la mayor parte del tiempo, pero en situaciones especiales pueden manifestar una intensa ansiedad.
REACCIONES IRRACIONALES
Las personas con fobia social comprenden que sus sensaciones son irracionales. Sin embargo, experimentan una gran aprensión antes de enfrentarse a la situación que temen y hacen todo lo posible para evitarla. Aún cuando puedan enfrentarse a lo que temen, generalmente sienten gran ansiedad desde antes y están muy incómodos. Posteriormente, las sensaciones desagradables continúan con la preocupación acerca de cómo los juzgan o qué piensan los demás u observan respecto a ellos. Aproximadamente el 80 por ciento de las personas que sufren de fobia social encuentran alivio a sus síntomas cuando se les da tratamiento de terapia cognitivo-conductual, de medicamentos, o una combinación de ambos. La terapia puede involucrar aprender a ver los eventos sociales en forma diferente; exponerse a una situación social aparentemente amenazadora de tal manera que les sea más fácil enfrentarse a ella; además, aprender técnicas para reducir la ansiedad, adquirir habilidades sociales y practicar técnicas de relajación.

jueves, abril 05, 2007

El miedo a decir que no a algo
La vida en sociedad implica desde el principio de los tiempos la acción de comunicarse con los demás. Hacerlo con precisión y empatía es un proceso complejo que implica una serie de habilidades aprendidas y talentos innatos (dominio del lenguaje, la adecuada gestión de las emociones, o incluso el encanto personal). Algunas personas encuentran problemas a la hora de pedir favores o de decir "no" a algo, puesto que les supone un esfuerzo o simplemente tratan de ser comprensivos y amables.
Una de las primeras actitudes que aprenden los bebés es la de negarse y rebelarse ante sus padres. Es su mejor forma de afirmarse y de defenderse ante la sensación de invasión que perciben de su entorno. A medida que vamos creciendo y vamos adquiriendo responsabilidades, decir no resulta más difícil. Empezamos a plantearnos cuestiones como "caer bien a los otros", o "evitar problemas". Si la tendencia se consolida en exceso, acabará convirtiéndose en un hábito. Si no manifestamos nuestro desacuerdo en cuestiones importantes, anteponemos las necesidades, opiniones o deseos de los demás a los nuestros. Esto puede causarnos, problemas de autoestima, y puede trasmitir una imagen de personas con poco criterio.
El miedo a decir que no a algo se asocia a varios factores; por un lado el temor a no estar a la altura, a no saber argumentar la negativa o por simple pereza y comodidad. Se trata, en definitiva, del miedo a no ser valorados y queridos. Esa dependencia va minando nuestra autoestima e imposibilita el libre ejercicio de la responsabilidad que propicia unas saludables y equilibradas relaciones de interdependencia con los demás, en las que decimos "sí" cuando lo consideramos adecuado y en las que mantenemos vigente la posibilidad a decir "no".
El "no" puede resultar demasiado tajante y por ello, a veces es conveniente decir "si". Es un sí para ofrecer alternativas, exponiendo y defendiendo nuestros argumentos con convicción y firmeza pero eso sí, sin herir ni menospreciar a nadie. Y esto sólo es posible si previamente sabemos decir "no" sin sentirnos culpables por ello.
Cuando queremos decir "no" y, sin embargo, decimos "sí", estamos devaluando nuestro "sí", ya que, de puro rutinario, lo hemos despojado de su verdadero valor. Al devaluar nuestro "si", inevitablemente devaluamos nuestros pensamientos, y nuestra personalidad.
La solución reside principalmente en encontrar un equilibrio que nos permita ser tolerantes y comprensivos, pero siempre habilitando un espacio para expresar nuestros matices o discrepancias.

martes, abril 03, 2007

La timidez
La exposición de la personalidad y el cuerpo suele generar vergüenza en algunas personas. Pero ocultarse o fingir no es la solución.
La timidez es uno de los problemas más comunes, y sobre todo se experimenta durante la adolescencia, aunque es común en la edad adulta con personas que sufrieron a lo largo de su vida de muchas inhibiciones. Algunas son tímidas en situaciones determinadas, pero cuando ésta se expresa exageradamente es síntoma de una inseguridad alta que lleva a una baja autoestima. Sobre todo, prima la sensación de falta de cariño y apoyo del entorno: creen que nunca serán elegidos ni deseados.
El negativismo es propio de este tipo de característica, y es bastante común en ellos fingir algo que no se es: muchos fabulan historias en las que han sido ganadores para conformar al resto. Esto resulta de la imagen que quieren "vender" a los demás, porque en el fuero íntimo saben que no han podido actuar como ellos cuentan.
Hay diversos lugares que brindan técnicas para ayudar a personas tímidas a expresarse. El trabajo empieza por cambios en el lenguaje corporal, que inmediatamente funcionan como estímulos para generar respuestas diferentes en los otros. Y estas respuestas ayudan a aumentar la autoestima cuando el sujeto en cuestión se siente aceptado.
La timidez se extiende también en el área sentimental. Las víctimas de la timidez se sienten descalificadas antes de iniciar un encuentro, se autoconvencen de que no van a dar una buena impresión y se paralizan frente a una situación nueva. Y las conductas de personas más extrovertidas le producen una sensación de mayor angustia.
Es común sentir que, frente a un complejo en una zona del cuerpo, el entorno sólo va a ver ese aspecto criticado por uno mismo. El problema es no poder fijar la atención en todo aquello que tenemos y que nos agrada. Ante esta situación uno queda disociado y olvida el todo. Nuestra imagen es producto de lo que nos devuelven los otros a modo de espejo, y la mayoría de estos conflictos se relacionan con la formación del yo y la fortaleza que hace al desarrollo de la autoestima.

jueves, enero 18, 2007

Centrados en el terror
En la fobia social o trastorno de ansiedad social, el miedo del paciente está esencialmente centrado en el terror que pueda experimentar durante un acto en donde se sienta humillado o abochornado ante los demás. Estos pacientes evitan diversidad de situaciones donde podrían estar expuestos a interactuar con otras personas. Estas situaciones son muy variadas y muy subjetivas. Las más reconocidas son el temor a hablar, comer o escribir en público, asistir a reuniones o fiestas, acudir a entrevistas y utilizar sanitarios públicos. También, existe el miedo a que la gente los señale y los pueda ridiculizar en situaciones sociales.
Es generalizada si el miedo social comprende la mayoría de situaciones sociales, y suele ser más grave e incapacitante, e implica una edad de inicio inferior a las de las fobias sociales limitadas; generalmente, estos pacientes pueden permanecer solteros y sienten más miedos en las interacciones sociales y suelen padecer enfermedades depresivas atípicas y tener comorbilidad con el alcoholismo.
La ansiedad que se genera está ligada al estímulo; si el paciente es sorprendido por la situación fóbica sufre una importante ansiedad que se asocia con muchos síntomas físicos. Dentro de éstos aparecen la sudoración, la ruborización y la sequedad de boca diferenciándose muchas veces, de los síntomas que aparecen en las crisis de angustia como son las palpitaciones y el dolor o la opresión precordial. La ruborización es uno de lo síntomas somáticos más característicos; entre los cognitivos principalmente aparecen la tendencia a autoobservarse, la autoapreciación negativa en su desenvolvimiento social, la dificultad para captar los aspectos no verbales de la propia conducta , la poca valoración de la competencia social en interacciones positivas y un sesgo positivo hacia la valoración de la competencia social de los demás.
Los pacientes con una fobia social limitada pueden mantenerse relativamente libres de síntomas mientras no se expongan a la situación que despierta la enfermedad. Al enfrentarse a tal situación logran experimentar una ansiedad anticipatoria intensa. La coexistencia de múltiples miedos sociales puede provocar una desmoralización crónica, aislamiento social con deterioro en las actividades cotidianas tanto profesionales como interpersonales. Muchos de estos pacientes recurren al alcohol o a tranquilizantes buscando manejar los fenómenos de malestar que se desprenden de esta enfermedad lo que puede originar, en varios casos abuso de estas sustancias. Se ha logrado identificar en diversos pacientes con fobia social generalizada en relación con individuos con fobia a hablar en público que se trata de sujetos más jóvenes, con menor nivel de educación, con tasa de desempleo mayor y son más propensos a desarrollar ansiedad, depresión y miedo a la evaluación social negativa.
Podemos destacar dos tipos de abordaje terapéutico en la fobia social: el farmacológico y el psicoterapéutico (con terapias cognitivo-conductuales). En el primero, sin entrar en mayores detalles, mencionamos los psicofármacos, como los inhibidores de la monoaminooxidasa de alta eficacia aunque son difíciles de tolerar y requieren restricciones dietéticas (fenelcina, tranilcipromina); los inhibidores reversibles de la monoaminooxidasa, sin tantos riesgos como los anteriores (moclobemida, brofaromina); los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (fluvoxamina, sertralina, fluoxetina, paroxetina); las benzodiacepinas (el clonacepam ha sido de mayor utilidad por su larga duración); la buspirona, en especial cuando se asocian con estados de ansiedad generalizada y los beta-bloqueadores, aunque no tienen mayor eficacia en pacientes con fobia social generalizada (propranolol, atenolol). En las psicoterapias, sabemos que de todas maneras, los pacientes necesitan apoyo emocional y confianza con su terapeuta. En algunos casos el inducir al paciente a enfrentarse a las situaciones fóbicas, puede ser suficiente; en otros, se puede requerir programación conductual más estructurada y prolongada. La terapia psicodinámica es otro sistema importante e interesante en pacientes con adecuado material introspectivo que requieren un manejo más profundo, donde aparecen conflictos subyacentes asociados a la ansiedad fóbica y a la evitación. Muchos recomiendan utilizar paralelamente ambas terapias.