miércoles, septiembre 27, 2006

¿Sabías que el miedo más frecuente es el miedo a hablar en público o ante un grupo de personas? A mucha gente se le hace un nudo en la garganta, le sudan las palmas de las manos y se les acelera el corazón, o incluso tiene ganas de vomitar, cuando tiene que hablar ante un grupo de personas. Pero la mayor parte del tiempo la gente consigue hacer esas cosas cuando lo necesita.
Un poco de ansiedad antes de hacer una exposición oral en clase o antes de salir al escenario en la obra de teatro del colegio puede ayudarte a ponerte las pilas para dar lo máximo de ti mismo y hacer una gran actuación. Pero algunas personas no pueden controlar la fuerte ansiedad que experimentan cuando se enfrentan a determinadas situaciones sociales. A estas personas, responder a una pregunta que les hace un profesor en clase, hacer una exposición oral o incluso hablar en la mesa durante una comida con gente poco conocida les provoca una inmensa ansiedad que puede llegar a bloquearles completamente. Este trastorno de ansiedad se denomina fobia social.

¿Qué entendemos por fobia social?
La fobia social (a veces denominada ansiedad social) se refiere a un intenso miedo a participar en situaciones sociales. El miedo es tan fuerte que las personas con este trastorno evitarán tales situaciones siempre que sea posible. Y, al igual que en cualquier fobia, ese miedo es desproporcionado teniendo en cuenta el peligro real que entraña la situación. Aunque mucha gente pasa vergüenza en determinadas situaciones sociales, hay algunas personas que encuentran increíblemente difícil afrontar esa sensación de atoramiento. Una persona con fobia social suele valorar excesivamente el peligro de pasar vergüenza al tiempo que infravalora su capacidad para afrontar la situación.
La mayoría de las personas se vuelven más tímidas y cohibidas durante la adolescencia. Todos los cambios corporales y emocionales que acontecen en esta etapa de la vida pueden sacudir la autoestima de los adolescentes. Y aquellas personas que ya eran poco seguras de sí mismas, al entrar en la adolescencia se vuelven todavía más sensibles a todo aquello que pueda amenazar su ya escasa confianza en sí mismas.
A muchos adolescentes les disgusta ser el centro de atención, sobre todo a aquellos que, por naturaleza, ya eran un poco más tímidos que la mayoría de chicos de su edad. Y la mayoría de ellos encuentran estresante y les provoca ansiedad situaciones como pedirle a alguien una cita, hablar ante un grupo o compartir mesa con personas que no conocen demasiado. Pero la mayoría de la gente encuentra la forma de afrontar este tipo de situaciones y no se hunde en la miseria por el hecho de meter la pata o de cometer algunos errores.
La fobia social es mucho más que la timidez normal o la sensación de estar fuera de sitio que todos tenemos de vez en cuando. La fobia social es la timidez llevada al extremo, que va acompañada de ansiedad, la cual determina que la persona evite hacer cosas con las que podría disfrutar o situaciones que podrían implicar estar o hablar con o delante de otras personas. Cuando una persona es tan extremadamente tímida o le da tanto miedo hablar con otra gente que deja de hacerlo en el colegio o instituto, con determinadas personas o en determinadas situaciones sociales, padece el tipo de fobia social conocido como mutismo selectivo. Esto significa simplemente que la persona no habla (mutismo) en determinadas situaciones pero sí en otras (selectivo). Las personas que se ponen demasiado nerviosas para poder hablar porque padecen fobia social o timidez extrema pueden mantener conversaciones completamente normales con aquellas personas con quienes se sienten cómodas (como sus padres o hermanos, o su mejor amigo) o en determinados lugares (por ejemplo, en casa). Pero otras situaciones sociales les provocan un malestar tan extremo que pueden quedarse completamente sin habla.

¿Qué provoca la fobia social?
Algunas personas tienen más probabilidades que otras de tener problemas de ansiedad. Las personas cuyos padres o parientes cercanos tienen problemas de ansiedad son más proclives a desarrollar este mismo tipo de problemas. Esto puede obedecer a ciertos rasgos biológicos que comparten con otros miembros de su familia. Algunos de esos rasgos pueden afectar a los niveles de ciertas sustancias químicas presentes en el cerebro (neurotransmisores y algunas hormonas del estrés) que regulan los estados de ánimo, como la ansiedad, la timidez, el nerviosismo y las reacciones ante el estrés.
Algunas personas nacen con un tipo de personalidad que les hace ser precavidas y muy sensibles a las situaciones nuevas. Esto puede hacerles más proclives a la fobia social. Otras aprenden a ser precavidas a raíz de las experiencias que tienen, el modo en que otros reaccionan ante ellas o los comportamientos que observan en sus padres y otras personas. La falta de seguridad en uno mismo y la carencia de habilidades para afrontar el estrés normal también pueden desempeñar un papel en la fobia social. Las personas que tienden a preocupan mucho por las cosas, son perfeccionistas y lo pasan muy mal cuando cometen errores sin importancia también tienen más probabilidades de desarrollar fobia social.

Afrontar la fobia social
Los psicoterapeutas pueden ayudar a las personas que padecen fobia social a desarrollar estrategias de afrontamiento para controlar su ansiedad. Esto implica entender y modificar los pensamientos y las creencias que les generan ansiedad, aprender y practicar habilidades sociales para ganar seguridad en sí mismas y, más adelante, poner en práctica lenta y gradualmente esas habilidades en situaciones reales.
Uno de los elementos de la terapia puede incluir el aprendizaje de técnicas de relajación (como las respiración profunda y ejercicios de relajación muscular). El ensayo conductual, consistente en que paciente y terapeuta ensayan determinadas situaciones probando nuevas conductas con antelación, también puede ayudar. Esto puede facilitar y hacer más automática la puesta en práctica de tales conductas cuando el paciente se enfrente a situaciones reales.
Una persona también puede aprender a corregir el lenguaje interno y los pensamientos que le provocan ansiedad, sustituyéndolos por otros más positivos y que fomentan la seguridad en uno mismo y las habilidades de afrontamiento. El terapeuta guiará al paciente para que sintonice con lo que piensa en determinadas situaciones y modifique algunos de esos pensamientos, sobre todos los negativos.

Entender los pensamientos preocupantes
Los pensamientos preocupantes tienen unas características particulares. Suelen adoptar la forma de preguntas que empiezan con "¿Y si..." y tienden a ser negativos en vez de positivos. Ejemplos de este tipo de pensamientos son: "¿Y si no sé que decir?" o "¿Y si suspendo el examen?". Además, los pensamientos preocupantes tienden a empeorar hasta el punto de que la persona pasa a esperar no sólo cosas malas, sino la peor cosa posible.
Cuando una persona con fobia social piensa en la posibilidad de que el profesor le pregunte en clase, lo más probable es que le vengan a la mente pensamientos del tipo de: "¿Y si contesto mal?" o "¿Y si me equivoco?" o "¿Y si hago el ridículo?". También puede tener pensamientos como: "No puedo hacerlo. Es demasiado difícil y me impone demasiado. Meteré la pata. Lo haré mal." A menudo, el lenguaje interno todavía empeora más la ansiedad y perpetúa el patrón de evitación de las situaciones temidas. Los principales mensajes que la gente con fobia social se envía a sí misma son: "Me da demasiado miedo" y "No lo puedo afrontar".
Los psicoterapeutas pueden ayudar a las personas que tienen este problema a identificar y examinar esos pensamientos. Por ejemplo, un estudiante a quien les preocupa que el profesor le pregunte en clase, puede analizar qué probabilidades tiene de dar una respuesta incorrecta. Si se da cuenta de que suele saberse la respuesta, será bastante improbable que se equivoque. Seguidamente, el terapeuta puede trabajar con el estudiante sobre cómo afrontar la situación en el caso de que efectivamente dé una respuesta incorrecta y cómo sustituir los pensamientos de preocupación por otros de calma y tranquilidad cuando tenga que afrontar situaciones sociales estresantes. Por ejemplo, se puede imaginar qué le diría a un amigo que necesita que lo tranquilicen, y aprender a decírselo a sí mismo.
En algunos casos, la medicación puede formar parte del tratamiento de la fobia social. A veces se utilizan unos medicamentos que ayudan a regular los niveles de serotonina (una sustancia química presente en el cerebro que ayuda a trasmitir mensajes eléctricos relacionados con el estado de ánimo). A pesar de que la medicación no soluciona el problema, puede reducir el nivel de ansiedad de la persona para que ésta pueda poner en práctica algunas de las técnicas que acabo de describir.

jueves, septiembre 21, 2006

Expertos estadounidenses debaten si la tecnología está contribuyendo al aumento de las conductas relacionadas con la timidez u ofrece una cura potencial.
Años después que Internet comenzó a permitir a la gente en diferentes continentes que se conecten instantáneamente, los médicos comenzaron a recopilar datos acerca de si el correo electrónico, los salones de conversación y los mensajes instantáneos están haciendo que las personas tengan más capacidad de comunicación.
Veremos con los años si estos estudios nos permiten hacernos una idea de si la red puede ser un aliado en la dura pugna por salir de este problema.

jueves, septiembre 14, 2006

«La industria farmacéutica ha convertido problemas cotidianos en enfermedades»
«Los fármacos de última generación son lanzamientos comerciales».«El Prozac se promociona como forma de vida».«Estamos sobremedicados»

Oviedo, Rafael SARRALDE
La industria farmacéutica ha convertido en gran negocio la promoción de nuevas enfermedades que hasta hace poco eran simples problemas asociados al hecho de vivir: el envejecimiento, la tristeza o la soledad. Esta tesis es el punto de partida de «La invención de trastornos mentales», un libro que se publicará en las próximas semanas de Marino Pérez y Héctor González, catedrático y profesor titular, respectivamente, de Psicología de la Universidad de Oviedo.
-¿Existe paranoia, una obsesión desmedida por la salud?
-HÉCTOR GONZÁLEZ: En cierto modo sí, porque se promocionan determinadas enfermedades. Ahora todo el mundo está enfermo. No hay nadie sano.

-MARINO PÉREZ: A la gente le gusta plantear los problemas cotidianos en términos de trastornos psicológicos. Para que sea así influye la industria farmacéutica, interesada en enseñar a la gente a adoptar un lenguaje clínico para sus problemas y entender esos problemas como resolubles desde un punto de vista médico.
-¿Por interés económico?
-M.P.: Claro. Hay una disciplina llamada «marketing farmacéutico» cuyo objetivo expreso es promover medicamentos. A veces se promueven enfermedades que luego necesitarán los fármacos que curiosamente ofrecen las mismas empresas promotoras.
-La industria farmacéutica ha llegado a definir la timidez.
-H.G.: Como fobia o ansiedad social. Pero nosotros entendemos que si una persona tiene fobia social, la mejor solución para superar sus problemas de timidez pasa por el análisis de sus relaciones interpersonales.
-O sea, que los tímidos son un negocio.
-M.P.: Al nombrar la timidez como fobia social ya se supone que tiene una categoría clínica y que precisa de medicación.

-H.G.: Se habla sin criterios científicos de una base biológica de la timidez, de unas alteraciones cerebrales que hay que tratar con fármacos. Para algunas personas esos fármacos pueden ser terapéuticos pero para otras pueden ser contraproducentes.
-¿De qué fármacos hablan?
-Los antidepresivos, como el Prozac, son los más conocidos, pero también hay muchos antipsicóticos de nueva generación para prevenir posibles trastornos.
-¿Qué les sugiere la sentencia de que la depresión va a ser la gran epidemia del siglo XXI?
-M.P.: La depresión puede ser un trastorno diagnosticado con mucha frecuencia. Pero sabemos que eso se debe a una cultura de la enfermedad. La gente ha interiorizado un vocabulario en términos de depresión para entender los problemas cotidianos y concibe estos problemas como trastornos mentales que supuestamente tienen origen biológico y para los que la farmacología encuentra una solución mágica. Uno de los mercados que se está abriendo ahora es el de los psicofármacos en China. Se ha calculado que unos cien millones de chinos pueden estar deprimidos sin saberlo. Dentro de diez años, esos chinos van a aprender un lenguaje para descubrir su trastorno mental.
-¿Vivimos en una sociedad sobremedicada?
-H.G.: Sin duda. En España los psicofármacos se han convertido en los medicamentos más vendidos por detrás de los medicamentos para problemas cardiovasculares o la hipertensión.

-M.P.: Hay una tendencia a convertir problemas normales en depresión. Antes era un trastorno más raro y menos grave. Se hablaba de trastorno depresivo. Tenía el rango de adjetivo, no de sustantivo como ahora. En los últimos veinte años, con el lanzamiento del Prozac, que se ha convirtió en fenómeno social, se extendieron los criterios de diagnóstico a la población en general. No dudamos de la existencia de la depresión sino que ésta se deba a una alteración bioquímica que no es conocida ni tampoco es necesario suponerla porque las propias condiciones de la vida tienen circunstancias que explican a menudo que uno tenga reacciones de tristeza o desánimo.
-¿El Prozac es contraproducente?
-H.G.: Puede causar una alteración excesiva, ataques de ira, inducir al suicidio. En Estados Unidos hay juicios por casos así.

-M.P.: El Prozac fue vendido en su día como un medicamento limpio porque aparentemente no tenía efectos secundarios. Ahora se sabe que no es así.

-H.G.: Se ha llegado a promocionar como una forma de vida que cambia la personalidad. Unos se hacen la cirugía para mejorar físicamente y otros toman el Prozac para mejorar psíquicamente.
-La Viagra es otro medicamento «milagroso».
-H.G.: Era una medicación para un trastorno específico (la disfunción eréctil) y ahora se utiliza como droga recreativa.

-M.P.: Otro fenómeno del que hablamos es que hay medicamentos que no están diseñados para curar determinadas enfermedades sino para estar mejor que bien.
-¿Interesa más el fármaco que el paciente?
-M.P.: El clínico pregunta al paciente en función del fármaco. No se escucha al paciente, no interesan las circunstancias de su vida, sus problemas personales.

-H.G.: Escuchar al paciente requiere mucho más esfuerzo. Además, a veces, el propio paciente está contento de concebir su problema en términos bioquímicos. De esta forma, quedan eximidos de la responsabilidad que ellos tienen acerca de cómo les va la vida. Piensan: «Algo va mal en mi cerebro y yo no tengo la culpa». Justifican lo que a uno le pasa por una causa moralmente neutra, que es el cerebro. Al final, culpar al cerebro tranquiliza al paciente, a su familia y al médico.

-M.P.: Ocurre a menudo en la escuela, con el llamado trastorno de hiperactividad.
-¿Otro problema inventado?
-M.P.: Es otro problema desmesurado al convertirse en un asunto médico cuando no está clara su naturaleza.

-H.G.: Cualquier niño con un problema escolar acaba siendo diagnosticado como hiperactivo y se le trata a base de fármacos. Hay un problema añadido: muchos de esos fármacos sólo se han probado hasta ahora con adultos y se desconocen los efectos en los niños. También se están dando antipsicóticos a niños de 4 años que son muy agitados en clase y que acaban siendo diagnosticados con trastorno bipolar.
-¿Cuál es el peligro de medicar a niños tan pequeños?
-H.G.: Muchos fármacos alteran el crecimiento y el desarrollo cerebral. Pueden ser muy tóxicos.

-M.P.: Dan más problemas que remedios al sistema nervioso. Y tienen un problema social: impiden que los padres o el profesor adopten las soluciones relevantes para el desarrollo de la personalidad o para el futuro desarrollo de adultos responsables.
-¿Su libro es un alegato contra la psiquiatría?
-H.G.: No. En todo caso, sería un alegato contra la psiquiatría biológica.

-M.P.: Es un libro contra determinada psiquiatría obcecada en entender los trastornos mentales como enfermedades y la medicación como su principal tratamiento. La psiquiatría es plural y en ella hay tendencias muy críticas con la psiquiatría biológica y que defienden un punto de vista psicosocial, un punto de vista contextual o ambiental, que es el que nosotros defendemos. También criticamos todo enfoque psicológico que trate de ser individualista e interiorista.
-¿Cuánto dinero se mueve con todo este tinglado?
-H.G.: Billones. Las farmacéuticas son un «lobby» de presión político e industrial. Todo es escandaloso. Se manipulan los ensayos clínicos, se ocultan los resultados de algunos fármacos, las estadísticas de gente que se suicida por culpa de algunos medicamentos, se vende gato por liebre a las mejores revistas médicas. Hasta un 50% de los artículos los firman escritores-fantasma, «free-lance» que cobran por lanzar un fármaco.
-¿Ha disminuido nuestro nivel de tolerancia ante las frustraciones de la vida?
-M.P.: Sin duda. Muchísima gente va por ahí diciendo que tiene o ha tenido depresión y se refiere a aspectos que la generación anterior no sólo consideraría normales sino como una oportunidad de madurar en la vida.

-H.G.: Se habla del síndrome premenstrual: determinados problemas de ansiedad antes de la regla que acaban siendo tratados farmacológicamente. Lo increíble es que desde hace sesenta años no se han descubierto novedades farmacológicas que tengan eficacia.

-M.P.: Desde los años ochenta, los fármacos de última generación son lanzamientos comerciales. No obedecen a descubrimientos médicos o científicos


EDITORIAL PRENSA ASTURIANA Director: Isidoro Nicieza

SOCIEDAD Y CULTURA

miércoles, septiembre 13, 2006

¿Qué es la Fobia Social?

La fobia social es el miedo a afrontar situaciones sociales y a la interacción con los demás. Este trastorno, también conocido como ansiedad social, se caracteriza por el temor a ser juzgado y evaluado negativamente por otras personas, llevando a sentimientos de vergüenza, humillación y depresión. Si una persona se siente habitualmente ansiosa en situaciones sociales, pero se siente bien cuando está solo, entonces se puede estar padeciendo una fobia social. Algunos de los síntomas físicos más habituales suelen ser: taquicardia, temblor de manos o cuerpo, malestar abdominal, enrojecimiento, tensión muscular, sequedad de boca y sudoración. Estos síntomas suelen ir acompañados de un gran malestar emocional, dónde la baja autoestima y los sentimientos de desánimo suelen ser permanentes. Un problema principal de este trastorno es la evitación de situaciones sociales, que en mayor o menor medida, son fundamentales para el desarrollo de una vida plena. Las evitaciones, así como los síntomas, suelen comenzar en la infancia o adolescencia. Influyen negativamente en el desenvolvimiento escolar, reducen la capacidad de interacción con los compañeros de escuela o instituto y coarta la vida sentimental de muchos jóvenes y adultos. El ámbito laboral también es una fuente de problemas para el fóbico social, ya que suelen ser entornos muy jerarquizados con figuras de autoridad, que no hacen más que incomodar aún más al afectado. Cabe destacar la diferencia que existe entre fobia social y timidez. Solo en la primera se produce un gran malestar psicofísico y se tiende a la evitación recurrente. La timidez, en cambio, es un rasgo de personalidad y puede ser vivida sin ningún tipo de trastorno porque no suele limitar en mayor grado la vida cotidiana de la las personas. Ambos comparten una carencia en lo que se refiere a habilidades sociales.Algunos de lo signos de alerta a tener en cuenta para diagnosticar una fobia social son:-Temor a conocer gente nueva o gran ansiedad al ser presentados por primera vez -Ansiedad excesiva en situaciones sociales cotidianas (con gente conocida)-Miedo a comer, beber o escribir en público-Utiliza o compartir lugares públicos: lavabos, comedores, salas de estudio, etc.
NIMHLa fobia social es una enfermedad real. Se puede tratar con terapia y medicamentos. Si tiene fobia social, le preocupa mucho la posibilidad de avergonzarse en frente de los demás. Su temor puede ser tan fuerte que le impide hacer sus tareas cotidianas. Puede ser que tenga dificultad para hablar con los demás en el trabajo o en la escuela. Su temor puede ocasionalmente hasta impedirle ir al trabajo o escuela.Puede ser que le preocupe sonrojarse o temblar en presencia de los demás. Puede ser que esté convencido de que las demás personas lo están observando simplemente en espera de que usted cometa un error. Aún hablar por teléfono, firmar un cheque en la tienda o ir a un baño público le causan temor.Muchas personas se sienten un poco nerviosas antes de conocer a alguien o antes de dar un discurso. Pero las que padecen de fobia social se preocupan semanas antes del evento. Pueden llegar a hacer cualquier cosa por evitar o cancelar el evento.La fobia social usualmente comienza en la niñez o adolescencia. Es muy raro que comience depués de los 25 años. Cualquier persona puede padecer de fobia social, pero es más común en las mujeres que en los hombres*. A veces puede ser hereditario. Sin tratamiento, la fobia social puede durar por muchos años o aún toda la vida."En la escuela siempre tenía miedo de participar en clase, aunque supiera la materia. Cuando comencé a trabajar, detestaba tener que reunirme con mi jefe. No podía ni siquiera sentarme a comer con mis compañeros de trabajo. Me sentía nervioso al pensar que me estaban mirando o juzgando y que iba a hacer algo estúpido. Mi corazón latía fuertemente y empezaba a sudar nada más de pensar que tendría que asistir a una junta. Estos síntomas empeoraban mientras más se acercaba el evento. A veces no podía dormir ni comer por varios días antes de una junta de personal".