jueves, abril 05, 2007

El miedo a decir que no a algo
La vida en sociedad implica desde el principio de los tiempos la acción de comunicarse con los demás. Hacerlo con precisión y empatía es un proceso complejo que implica una serie de habilidades aprendidas y talentos innatos (dominio del lenguaje, la adecuada gestión de las emociones, o incluso el encanto personal). Algunas personas encuentran problemas a la hora de pedir favores o de decir "no" a algo, puesto que les supone un esfuerzo o simplemente tratan de ser comprensivos y amables.
Una de las primeras actitudes que aprenden los bebés es la de negarse y rebelarse ante sus padres. Es su mejor forma de afirmarse y de defenderse ante la sensación de invasión que perciben de su entorno. A medida que vamos creciendo y vamos adquiriendo responsabilidades, decir no resulta más difícil. Empezamos a plantearnos cuestiones como "caer bien a los otros", o "evitar problemas". Si la tendencia se consolida en exceso, acabará convirtiéndose en un hábito. Si no manifestamos nuestro desacuerdo en cuestiones importantes, anteponemos las necesidades, opiniones o deseos de los demás a los nuestros. Esto puede causarnos, problemas de autoestima, y puede trasmitir una imagen de personas con poco criterio.
El miedo a decir que no a algo se asocia a varios factores; por un lado el temor a no estar a la altura, a no saber argumentar la negativa o por simple pereza y comodidad. Se trata, en definitiva, del miedo a no ser valorados y queridos. Esa dependencia va minando nuestra autoestima e imposibilita el libre ejercicio de la responsabilidad que propicia unas saludables y equilibradas relaciones de interdependencia con los demás, en las que decimos "sí" cuando lo consideramos adecuado y en las que mantenemos vigente la posibilidad a decir "no".
El "no" puede resultar demasiado tajante y por ello, a veces es conveniente decir "si". Es un sí para ofrecer alternativas, exponiendo y defendiendo nuestros argumentos con convicción y firmeza pero eso sí, sin herir ni menospreciar a nadie. Y esto sólo es posible si previamente sabemos decir "no" sin sentirnos culpables por ello.
Cuando queremos decir "no" y, sin embargo, decimos "sí", estamos devaluando nuestro "sí", ya que, de puro rutinario, lo hemos despojado de su verdadero valor. Al devaluar nuestro "si", inevitablemente devaluamos nuestros pensamientos, y nuestra personalidad.
La solución reside principalmente en encontrar un equilibrio que nos permita ser tolerantes y comprensivos, pero siempre habilitando un espacio para expresar nuestros matices o discrepancias.

martes, abril 03, 2007

La timidez
La exposición de la personalidad y el cuerpo suele generar vergüenza en algunas personas. Pero ocultarse o fingir no es la solución.
La timidez es uno de los problemas más comunes, y sobre todo se experimenta durante la adolescencia, aunque es común en la edad adulta con personas que sufrieron a lo largo de su vida de muchas inhibiciones. Algunas son tímidas en situaciones determinadas, pero cuando ésta se expresa exageradamente es síntoma de una inseguridad alta que lleva a una baja autoestima. Sobre todo, prima la sensación de falta de cariño y apoyo del entorno: creen que nunca serán elegidos ni deseados.
El negativismo es propio de este tipo de característica, y es bastante común en ellos fingir algo que no se es: muchos fabulan historias en las que han sido ganadores para conformar al resto. Esto resulta de la imagen que quieren "vender" a los demás, porque en el fuero íntimo saben que no han podido actuar como ellos cuentan.
Hay diversos lugares que brindan técnicas para ayudar a personas tímidas a expresarse. El trabajo empieza por cambios en el lenguaje corporal, que inmediatamente funcionan como estímulos para generar respuestas diferentes en los otros. Y estas respuestas ayudan a aumentar la autoestima cuando el sujeto en cuestión se siente aceptado.
La timidez se extiende también en el área sentimental. Las víctimas de la timidez se sienten descalificadas antes de iniciar un encuentro, se autoconvencen de que no van a dar una buena impresión y se paralizan frente a una situación nueva. Y las conductas de personas más extrovertidas le producen una sensación de mayor angustia.
Es común sentir que, frente a un complejo en una zona del cuerpo, el entorno sólo va a ver ese aspecto criticado por uno mismo. El problema es no poder fijar la atención en todo aquello que tenemos y que nos agrada. Ante esta situación uno queda disociado y olvida el todo. Nuestra imagen es producto de lo que nos devuelven los otros a modo de espejo, y la mayoría de estos conflictos se relacionan con la formación del yo y la fortaleza que hace al desarrollo de la autoestima.