lunes, noviembre 20, 2006

La sudoración excesiva puede provocar "fobia social"
El doctor Salvador Laguarda, del servicio de Dermatología del Hospital Casa de Salud de Valencia (España), alertó este domingo de que la sudoración excesiva en manos y pies, llamada hiperhidrosis palmar o palmoplantar, puede provocar, en ocasiones, "incapacidad laboral" o incluso "fobia social". Al respecto, el facultativo explicó, a través de un comunicado del centro sanitario, que este problema, que afecta a alrededor del 1 por ciento de la población, "si no se trata, hay en algunos casos en los que puede llegar a perjudicar a la vida diaria de las personas, ya que ellas mismas piensan, por ejemplo, cuando van al trabajo, que sudan mucho, y ese mismo pensamiento les hace sudar más, lo que acaba por provocarles una incapacidad laboral".
Indicó que el perfil de las personas que suelen padecer este problema responde tanto a hombres como a mujeres, que tiene entre 20 y 30 años y, sobre todo, subrayó, "en los estudiantes, que se suelen poner muy nerviosos ante la época de exámenes y este estado, en ocasiones, les produce sudar excesivamente". En este sentido, comentó que este problema aparece en personas "muy nerviosas" y "bastante hiperactivas" y, alguna vez, aunque "no está demostrado", señaló, "tiene un origen genético". No obstante, el doctor Laguarda destacó que es un problema "con solución en la mayoría de los casos". Para ello, explicó que en primer lugar, se suele tratar con cremas y, si no dan resultado, se recurre a la técnica del ´botox´, que es una inyección de una toxina que paraliza el sudor. Si ninguna de estas alternativas da resultado, matizó, se puede recurrir en último término a la técnica quirúrgica, aunque el especialista no la recomendó por "los posibles efectos que puede conllevar", según resaltó. También, dijo, se puede tratar el problema con acupuntura, con el objetivo de ver si controlando la ansiedad del paciente, añadió, "y el nerviosismo, le desaparece esa sudoración excesiva", concluyó.

martes, noviembre 14, 2006

Vergüenza a flor de piel
El rubor es una reacción natural ante estímulos físicos o psicológicos, pero el miedo a sonrojarse, sobre todo en situaciones sociales, puede derivar en un trastorno mental.
Como un tomate. La cara de algunas personas se vuelve literalmente roja cuando pasan vergüenza. El rubor es una reacción fisiológica natural ante estímulos físicos -cambios de temperatura, esfuerzo, consumo de alcohol...- o psicológicos -ansiedad, nervios, vergüenza...- y hay individuos más propensos porque tienen la piel más clara, más fina o con mayor densidad de pequeños vasos sanguíneos. Ciertos sujetos atraviesan un verdadero tormento cuando les salen los colores, hasta el punto de que evitan las situaciones que asocian al enrojecimiento facial. Cuando ese temor a sonrojarse adquiere la categoría de una fobia, algunas personas se plantean someterse a tratamiento psicológico. Otras prefieren un método más expeditivo y optan por la cirugía: la simpatectomía torácica consiste en la extirpación de unos ganglios del sistema nervioso simpático que controlan la circulación de la sangre en la parte superior del cuerpo y está indicado en algunos casos extremos de enrojecimiento facial.
El psicólogo Antonio Luis Maldonado, del Centro Psicológico Alborán de Granada (España), explica que el rubor forma parte de la reacción de los seres humanos frente a una situación peligrosa, que implica cambios como el aumento del ritmo cardiaco, la tasa respiratoria y la tensión arterial o la dilatación de las pupilas. Esta respuesta inmediata prepara al sujeto «para luchar o huir»: con esos cambios mejora su visión periférica, activa su musculatura y, a causa de la «vasoconstricción periférica», previene un desangramiento en caso de resultar herido. A diferencia de los animales, recuerda, los humanos somos capaces de ejercitar esta respuesta ante una situación peligrosa no real, sino imaginaria.
«Hay que dejar totalmente claro que el rubor ni es una enfermedad ni es un trastorno psicológico, sino que es una reacción fisiológica totalmente normal -insiste Maldonado-. Lo que es un trastorno psicológico es la fobia o el miedo al rubor, también llamada ereutofobia» (del griego 'ereutos', 'rojo', descrita por primera vez en el siglo XIX).
El psicólogo explica que el rubor facial llega a producir miedo por dos vías distintas. Por un lado, por «experiencias aversivas directas», es decir, porque la persona ha sido objeto de burlas o risas por ponerse colorada delante de otros, por lo que una sensación que antes era neutra (notar calor en la cara, puesto que uno no suele verse a sí mismo sofocado) empieza a ser temida. El segundo mecanismo es el «condicionamiento clásico» que estudió Pavlov en su famoso perro: «Como ese rubor aparece en situaciones que producen ansiedad, por ejemplo hablar en público o cometer un error social, adquiere la capacidad de producir ansiedad». En cualquiera de los dos casos, el sonrojo acaba convirtiéndose en una obsesión y, cuanto más se le teme, más fácil es 'encenderse'.
Quien padece esta fobia, destaca el psicólogo, evita las situaciones que le sacan los colores, que generalmente son sociales. Es raro que alguien esté preocupado por ponerse rojo cuando está solo en su casa; lo que le agobia es que alguien lo vea y se ría. «Como en otras fobias, hay también ansiedad anticipatoria», describe el especialista. El afectado se tortura de antemano: «Cuando hable en clase me voy a poner colorado, se reirán de mí, pensarán que estoy nervioso, que soy raro, todos lo van a notar...».
Maldonado asegura que raramente se presenta la fobia al rubor en solitario; es más frecuente que ese miedo sea un síntoma más dentro de una fobia social. Así, la mayoría de los afectados experimentan también otras sensaciones desagradables en su relación con las demás personas -temblor, taquicardia, sudor...- y es frecuente que padezcan «cierto déficit en habilidades sociales», o sea, problemas para comunicarse con los demás en escenarios cotidianos y tendencia al aislamiento.
El psicólogo, que aplica en su consulta el modelo conductual, destaca que el tratamiento más adecuado para la ereutofobia es «la exposición gradual en vivo con prevención de respuesta». En resumen, se trata de que el paciente se someta a las situaciones que le producen fobia, pero gradualmente: comenzará entrenando una situación social poco agobiante para él (por ejemplo, esperar en la cola del banco), cuando la tenga superada pasará a una que le produzca más bochorno (podría ser entablar una conversación casual con un desconocido) y terminará con lo que considere el colmo de lo sonrojante (una opción es intervenir en un coloquio público).
Si el temor a ruborizarse forma parte de una fobia social, agrega, habrá que aplicar también otros tratamientos, como el entrenamiento de habilidades sociales -aprender a iniciar y mantener conversaciones con conocidos y con desconocidos, decir no, pedir cosas, expresar emociones positivas y negativas, recibir críticas...-, programas de mejora de autoestima y modificación de pensamientos negativos. Algunos ejercicios se hacen en la consulta -mediante un juego de rol con el psicólogo o en grupo con otros pacientes- y otros en la vida real.
Antonio Luis Maldonado es contrario a 'operar' este problema sin probar antes soluciones menos radicales, ya que la eficacia del tratamiento psicológico de las fobias es «cercana al 100%». A su juicio, las técnicas quirúrgicas no tendrían que considerarse como primera opción; antes, los afectados deberían saber que hay alternativas para curar la fobia al rubor o la fobia social.
«Me parece una barbaridad que a una persona, no porque tiene rubor, sino porque tiene miedo al rubor, se le haga una intervención quirúrgica -indica-. En la fobia social también hay miedo a que otros te vean el temblor o el sudor. ¿Qué le extirpamos para que no tiemble? Y si tiene miedo a los ascensores, ¿qué hay que hacer, extirpar todos los ascensores de España...?». Lo correcto, afirma, es lo contrario: «En las fobias no hay que eliminar el estímulo fóbico, sino enfrentarse a él y darse cuenta de que no es peligroso, de que no pasa nada».
MÁS INFORMACIÓN
Antonio Luis Maldonado
Centro de Psicología Alborán
C/ Pedro Antonio de Alarcón, 41, 3º G
Granada (España)
Tel. 958 26 50 16
MÁS INFORMACIÓN
Instituto Klein
C/Europa 22, 2ª 3ª
08028 Barcelona (España)
Tel. 93 552 66 34

martes, noviembre 07, 2006

Las personas que padecen acné pueden sufrir fobia social
Entre el 50% y el 60% de las personas que padecen acné leve o moderado mejoran durante el verano debido a los efectos del sol y el descanso, pero el efecto rebote hace que al finalizar esta estación el 90% de los enfermos empeore, según explica el grupo de dermatólogos Amigos del Acné.
Los expertos recuerdan que el acné, que afecta al 80% de la población, es la enfermedad más frecuente de la piel, y tiene además un "gran impacto psicológico" en el 40% de los adolescentes y el 30% de los adultos que lo padecen. Los niveles de alteración emocional, social y psicológica de las personas que sufren acné son similares a los descritos en enfermedades más graves como asma o epilepsia, y provocan en los pacientes tendencia al retraimiento, fobia social, depresión, ansiedad e irritabilidad. Por ello, este grupo de 25 dermatólogos de diversas provincias españolas ha puesto en marcha, junto con Laboratorios Galerma, dos páginas web que ofrecen información y asesoramiento sobre la enfermedad.
El portal www.acneportal.com se dirige a la población en general mientras www.amigosdelacne.com va dirigida a la comunidad médica.

domingo, octubre 22, 2006

Saber decir que no, ¿una tarea complicada?
La conducta asertiva, más conocida como “saber decir que no”, se caracteriza por la expresión directa de los propios sentimientos, necesidades, derechos legítimos u opiniones sin amenazar o castigar a los demás, y sin violar sus derechos. Así, el mensaje que mandamos al otro cuando ponemos esto en práctica es: “esto es lo que yo pienso; esto es lo que yo siento; así es como veo la situación”.
La asertividad, como el resto de habilidades sociales, es importante para lograr dos tipos de objetivos:
- Afectuoso: conseguir relaciones satisfactorias con los demás, estableciendo amistades y relaciones amorosas.
- Instrumental: realizar actividades con éxito en nuestra vida diaria, como comprar, vender, entrevistas de trabajo y la utilización de instituciones sociales y prestaciones.
En primer lugar, debemos diferenciar esta conducta de la agresiva, en la cual violamos los derechos de la otra persona; y de la conducta no asertiva, que implica la violación de los propios derechos al no ser capaz de expresar nuestros sentimientos, pensamientos y opiniones y, por consiguiente, permitiendo a los demás que violen nuestros propios sentimientos, o los acabemos expresando con disculpas y con falta de confianza, por lo que los otros pueden fácilmente no hacernos caso.
La respuesta asertiva se caracteriza por un contacto ocular directo, un tono de voz en la conversación adecuado, un habla fluida, gestos firmes, respuestas directas a la situación, manos sueltas, mensajes en primera persona y verbalizaciones positivas.
Al poner este tipo de conducta en práctica, es normal que sintamos cierto malestar o ansiedad. Esto es algo que nos ocurre a todos, ya que no estamos acostumbrados y nos supone cierto malestar. Ejemplos de estas situaciones son cuando queremos devolver un producto defectuoso al dependiente de una tienda, o expresar una molestia o una crítica justificada de manera apropiada. Lo que debemos hacer es valorar las consecuencias a corto y largo plazo, y ver qué es lo más favorable. Lo que está demostrado, es que la conducta asertiva a largo plazo, aumenta las consecuencias positivas y diminuye las desfavorables.
La persona que consigue mantener este tipo de conductas, logra resolver sus problemas, sentirse a gusto consigo mismo y con los otros, satisfecho y relajado, tiene el control de la situación, y se gusta tanto a sí mismo como a los demás.

jueves, octubre 19, 2006

Aclarando el concepto Fobia social
La fobia social es el miedo intenso de sentirse humillado en situaciones sociales. Se manifiesta cuando una persona tiene una ansiedad significativa en el momento en el cual debe hacer apariciones en público o participar de reuniones sociales.
Es un sentimiento de temor, de vergüenza a quedar mal delante de otras personas o de ofender a alguien.
En la mayoría de los casos, las personas que padecen de fobia social evitan tener cualquier tipo de compromiso social y si lo hacen, lo hacen con mucho temor: se sonrojan, sienten que todas las miradas están puestas en ellos.
Cuando estas manifestaciones de temor llegan a interferir con su rutina diaria haciendo muy difícil tener una vida laboral y social satisfactoria, se debe buscar ayuda.
En los niños puede manifestarse a través de la tartamudez, se aferran a parientes cercanos para que no los dejen solos, etc.
Las personas con este trastorno son muy sensibles a ser criticados y muy susceptibles para enfrentar el rechazo. Se caracterizan por tener una baja autoestima y puede que se sientan muy atemorizados frente a evaluaciones como los exámenes. Debido a esto obtienen bajas calificaciones escolares. En casos extremos viven toda su vida con los padres, no llegan a casarse y puede ser que no tengan ni un amigo.
Este tipo de trastorno es más frecuente en mujeres que en hombres, aunque se presenta en ambos casos. Las personas que lo sufren encuentran ayuda en la psicoterapia, aprendiendo técnicas para reducir la ansiedad y en ocasiones son medicadas. Este trastorno puede presentarse en la edad adulta.

miércoles, octubre 11, 2006

Trabajo: cómo controlar las fobias en la oficina
Si te pones nervioso con cada reunión, te tiembla la voz y te sonrojas, probablemente sufres una fobia social. Existen distintos niveles, pero los fóbicos más graves pueden necesitar la ayuda de un experto.
Para algunos, la fobia al trabajo implica un poco más que querer quedarse en la cama el lunes a la mañana. Según los estimados de la Organización Mind, más de 10 millones de personas en el Reino Unidos sufren de fobias y, para algunos de ellos, esto significa enfrentarse a sus miedos todos los días en la oficina. ¿Qué van a pensar tus compañeros? ¿Cómo evitar la fobia pero conservar tu empleo? No todas las fobias son tan específicas como se piensa.
Obviamente, si tienes vértigo, trabajar en el piso 30 de un rascacielos no va a ser fácil. Y si eres claustrofóbico, probablemente tengas que dejar el ascensor y subir por las escaleras. Pero una fobia puede responder a cualquier objeto o situación, y algunas de ellas son complejas y difíciles de definir. La mayoría de las fobias de oficina tienden a tener algo en común: el miedo a lo que otra gente piensa de nosotros.
“De lejos, la fobia más común en el trabajo es la fobia social”, dice el preofesor Robert Edelmann, de la National Phobics Society. “Es imposible trabajar en una oficina y no interactuar con la gente. Si sufres una fobia social, probablemente se manifieste en el trabajo”.
Pero, ¿una fobia social implica que esconderse en la esquina y tener miedo de hablar con la gente?
“Una fobia social puede manifestarse de muchas maneras distintas”, dice Edelmann. “Puede provocar sonrojamiento intenso, no querer almorzar frente a los compañeros o evitar reuniones después del trabajo. Puedes odiar hablar en público o en una reunión”.
Anna Lancaster se identifica con todos estos síntomas. Trabaja en una revista y dice sufrir una ansiedad irracional frente a una reunión en la oficina, especialmente si se espera que ella contribuya. “Durante la última presentación me temblaba la voz, me puse roja y sentía náuseas”, relata.
Probablemente muchos de nosotros sintamos un nudo en el estómago ante la posibilidad de hablar en público, pero, ¿cuándo se convierte en una fobia?
“Es perfectamente normal tener miedos pero la forma en que los manejamos es la que define si se trata de una fobia o no”, explica Edelmann. “Si tienes miedo de hacer presentaciones pero las haces igual, entonces tu miedo no es una fobia. Si las evitas y, por ejemplo, llamas para decir que estás enfermo, entonces el miedo puede haber escalado hasta una fobia”.
Para alguna gente, una fobia social puede resultar en la necesidad de dejar el trabajo. Clara Edge, de 23 años, ya dejó 2 trabajos por la ansiedad que sufría en la oficina. “Cuando tenía 17 tenía un trabajo de telemarketer. El primer día me sentí muy nerviosa y paranoica con respecto a lo que la gente pensaba de mí”, cuenta. “Si alguien me preguntaba algo, me reía de nervios. En el almuerzo, me fui a casa y nunca volví. Lo mismo me pasó en mi segundo trabajo, 3 meses después”.
Para los que sufren como Edge, un jefe comprensivo puede significar una diferencia considerable. “El tema de las enfermedades mentales es un tabú en el trabajo. Si hubiese podido hablarlo con mi jefe, probablemente no me hubiese ido”, reflexiona.
La forma de pensar parece ser la diferencia entre una persona con miedos y una persona fóbica. “Pensar positivamente es la clave. Si te parece que vas a quedar como un estúpido en una reunión, entonces te estás preparando para fracasar. Pero si pensar positivamente no te ayuda, entonces consultá con un médico”, aconseja Edelmann.
Edge coincide: “Empecé a ir a un grupo de auto-ayuda y me reuní con otros fóbicos. Me di cuenta de que mucha gente sufre de fobias y de que no era tan rara después de todo. Si sufres una fobia en el trabajo, acuérdate que no estás solo. Probablemente haya otra persona en tu oficina, que sufre igual que tú”.
Ayuda a fóbicos sociales en España, Barcelona: Tel. 93 552 66 34
Información y reserva telefónica: Lunes a Viernes de 8 a 20hs

martes, octubre 10, 2006

Vigorexia: la enfermedad que ataca a los hombres. Es conocida como "complejo de Adonis" y así como la bulimina y anorexia afectan a las mujeres, esta enfermedad, descubierta hace pocos años, recae sobre los hombres jóvenes.
Cómo detectarla: Dentro de los trastornos de alimentación, pareciera que la bulimia y la anorexia fueran monopolio de las mujeres, por la gran prevalencia de estas enfermedades en el género. Pero, hay una patología del tipo, que no es tan conocida –fue descubierta hace poco, en 1993- y que afecta mayoritariamente a los hombres. Se trata de la vigorexia, enfermedad que suele encontrar al sexo masculino en especial durante la adolescencia, y donde el varón se ve a sí mismo como débil o “enclenque”, por lo que busca desarrollar musculatura generándose, de esta manera, una adicción al gimnasio, a ciertas sustancias y a determinada dieta, rica en proteínas. "Tienen una imagen distorsionada de su cuerpo, baja autoestima, y una fobia social muy grande. Además de pasar horas haciendo aparatos y ejercicios en el gimnasio, toman anabólicos para incrementar la musculatura. No hay forma de que su cuerpo les complazca", detalla Mabel Bello fundadora de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA).
El vigoréxico pasa horas en el gimnasio, al punto de que el ejercicio se vuelve una adicción y, como tal, el individuo empieza a perder libertad. Come en exceso barras fortificantes de todo tipo, huevo crudo, licuados, carne y leche. Ocurre, en casos avanzados de esta enfermedad, que el vigoréxico se propone ingerir cócteles de preparados fortificantes cada breve lapso, durante todo el día y a veces, durante toda la noche.
Con bases similares a la anorexia (de hecho, se la llamó anorexia de los hombres, anorexia reversa o complejo de Adonis), la enfermedad se origina en una fobia social y el miedo a asumir responsabilidades en la vida.
La gran diferencia con la anorexia, no es el descenso de peso sino el aumento de musculatura y la gran coincidencia es la imagen distorsionada que se tiene del propio cuerpo: la anoréxica se ve gorda, el vigoréxico se ve delgado.
Se vuelven introvertidos y pierden contacto con familiares o amigos ya que el gimnasio consume todo su tiempo libre. “Buscan que los quieran por su físico porque no hay confianza en el desarrollo propio”, agrega la especialista de ALUBA. La obsesión llega al punto de poner en riesgo su salud. Por un lado, el exceso de ejercicio y por el otro el consumo de anabólicos que puede generar impotencia sexual y dificultades reproductivas. Según Harry Campos Cervera, médico psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalista Argentina (APA), la vigorexia todavía no está tomada como riesgosa, pero es una enfermedad que va en aumento. “Es un fenómeno que se ve a diario. Se trata de una ‘patología del vacío’ que surge a partir del deterioro de la red social y se incrementa cada vez más debido a que en la actualidad la gente necesita pertenecer, busca identificarse constantemente”, explica.
El primer síntoma es la retracción social, el sujeto no se comunica con sus padres. Luego, comienzan a surgir las obsesiones por el cuerpo y allí encuentran en el ejercicio una forma de huir de la realidad. Se esmeran mucho por el físico y pasan largo tiempo frente al espejo denotando su obsesión.“La enfermedad es muy difícil de detectar ya que se rehúsan mucho a contar su problema”, explica Bello quien además explica que el tratamiento debe constar por un lado un trabajo en equipo de psiquiatras y clínicos y, por el otro, el apoyo de la familia es básico.

domingo, octubre 08, 2006

¿La fobia social es una enfermedad? Hay que tener en cuenta que la fobia social es una entidad diagnóstica, es decir, una etiqueta en la que los profesionales incluimos conductas que se caracterizan por la evitación de situaciones sociales. La vida y la humanidad es más compleja. Así por ejemplo, junto a la fobia social aparece muy a menudo la depresión, frecuentemente ataques de pánico o crisis de angustia, y a veces el trastorno obsesivo compulsivo. Esta complejidad se debe a que de lo que estamos hablando es de conductas y no de enfermedades.
Los psicólogos, en nuestra práctica clínica diagnosticamos, pero tenemos muy claro las diferencias de lo que hacemos con el diagnóstico de una enfermedad típica. Por ejemplo, una tuberculosis se diagnostica, primero en base a determinados síntomas, tos con emisión de sangre, cierta fiebre, cavernas en los pulmones, etc. que son debidos a una causa externa, la presencia del bacilo de Koch. En la fobia social no hay un agente externo que la produzca. Cuando un médico diagnostica enfermedades debidas al mal funcionamiento de algún órgano, se basa igualmente en síntomas externos que son manifestaciones de los problemas en ese órgano. Por ejemplo, si tuviéramos mal el corazón lo notaríamos en que nos cansamos al mínimo esfuerzo, nos ponemos morados, etc., etc. En el caso de la fobia social tampoco es así. Los que leen el diagnóstico y se sienten identificados piensan que les falla su autoestima, o que los neurotransmisores los tiene desequilibrados. Pero la autoestima no es un ente con existencia independiente de nuestra conducta, y los neurotransmisores están al servicio de nuestra conducta y también se desequilibran debido a como nos comportamos.
Lo que los psicólogos sabemos es que, en los trastornos de ansiedad, son nuestras propias conductas, nuestras evitaciones, las que mantienen el problema, independientemente de su origen.
Hay que diferenciar entre lo que llamamos fobia social y lo que llamamos timidez. La diferencia desde el punto de vista clínico está en el impacto que tiene en la vida de la persona, por eso hablamos de fobia social cuando la vida personal o laboral está gravemente afectada. Pero la diferencia fundamental reside en que el tímido acude a las situaciones en las que está incómodo, con mucho miedo, pero acude. Y, cuando lo hace sistemáticamente, finalmente se le aplica la ley universal de la habituación y las situaciones se le hacen más soportables. Mientras que el que decimos que tiene fobia social suele evitar esas situaciones de manera sistemática o si acude se preocupa más de intentar estar tranquilo y controlar su ansiedad que de atender, participar o hacer lo que tiene que hacer en esa situación.
El tratamiento psicológico se basa en la ley de la habituación. Los hombres somos la especie que mejor se habitúa a cualquier ambiente o situación, por ejemplo, si nos damos golpes sistemáticamente en el canto de la mano, finalmente se hará callo, nos habituaremos a ello y seremos buenos karatekas y los golpes dejarán de dolernos. De la misma forma, si se enseña a la persona a comportarse en las situaciones temidas y después a dejar de evitarlas y poner en práctica lo aprendido de forma reiterada, se habitúa, hace callo y su ansiedad se reduce a niveles normales.

miércoles, septiembre 27, 2006

¿Sabías que el miedo más frecuente es el miedo a hablar en público o ante un grupo de personas? A mucha gente se le hace un nudo en la garganta, le sudan las palmas de las manos y se les acelera el corazón, o incluso tiene ganas de vomitar, cuando tiene que hablar ante un grupo de personas. Pero la mayor parte del tiempo la gente consigue hacer esas cosas cuando lo necesita.
Un poco de ansiedad antes de hacer una exposición oral en clase o antes de salir al escenario en la obra de teatro del colegio puede ayudarte a ponerte las pilas para dar lo máximo de ti mismo y hacer una gran actuación. Pero algunas personas no pueden controlar la fuerte ansiedad que experimentan cuando se enfrentan a determinadas situaciones sociales. A estas personas, responder a una pregunta que les hace un profesor en clase, hacer una exposición oral o incluso hablar en la mesa durante una comida con gente poco conocida les provoca una inmensa ansiedad que puede llegar a bloquearles completamente. Este trastorno de ansiedad se denomina fobia social.

¿Qué entendemos por fobia social?
La fobia social (a veces denominada ansiedad social) se refiere a un intenso miedo a participar en situaciones sociales. El miedo es tan fuerte que las personas con este trastorno evitarán tales situaciones siempre que sea posible. Y, al igual que en cualquier fobia, ese miedo es desproporcionado teniendo en cuenta el peligro real que entraña la situación. Aunque mucha gente pasa vergüenza en determinadas situaciones sociales, hay algunas personas que encuentran increíblemente difícil afrontar esa sensación de atoramiento. Una persona con fobia social suele valorar excesivamente el peligro de pasar vergüenza al tiempo que infravalora su capacidad para afrontar la situación.
La mayoría de las personas se vuelven más tímidas y cohibidas durante la adolescencia. Todos los cambios corporales y emocionales que acontecen en esta etapa de la vida pueden sacudir la autoestima de los adolescentes. Y aquellas personas que ya eran poco seguras de sí mismas, al entrar en la adolescencia se vuelven todavía más sensibles a todo aquello que pueda amenazar su ya escasa confianza en sí mismas.
A muchos adolescentes les disgusta ser el centro de atención, sobre todo a aquellos que, por naturaleza, ya eran un poco más tímidos que la mayoría de chicos de su edad. Y la mayoría de ellos encuentran estresante y les provoca ansiedad situaciones como pedirle a alguien una cita, hablar ante un grupo o compartir mesa con personas que no conocen demasiado. Pero la mayoría de la gente encuentra la forma de afrontar este tipo de situaciones y no se hunde en la miseria por el hecho de meter la pata o de cometer algunos errores.
La fobia social es mucho más que la timidez normal o la sensación de estar fuera de sitio que todos tenemos de vez en cuando. La fobia social es la timidez llevada al extremo, que va acompañada de ansiedad, la cual determina que la persona evite hacer cosas con las que podría disfrutar o situaciones que podrían implicar estar o hablar con o delante de otras personas. Cuando una persona es tan extremadamente tímida o le da tanto miedo hablar con otra gente que deja de hacerlo en el colegio o instituto, con determinadas personas o en determinadas situaciones sociales, padece el tipo de fobia social conocido como mutismo selectivo. Esto significa simplemente que la persona no habla (mutismo) en determinadas situaciones pero sí en otras (selectivo). Las personas que se ponen demasiado nerviosas para poder hablar porque padecen fobia social o timidez extrema pueden mantener conversaciones completamente normales con aquellas personas con quienes se sienten cómodas (como sus padres o hermanos, o su mejor amigo) o en determinados lugares (por ejemplo, en casa). Pero otras situaciones sociales les provocan un malestar tan extremo que pueden quedarse completamente sin habla.

¿Qué provoca la fobia social?
Algunas personas tienen más probabilidades que otras de tener problemas de ansiedad. Las personas cuyos padres o parientes cercanos tienen problemas de ansiedad son más proclives a desarrollar este mismo tipo de problemas. Esto puede obedecer a ciertos rasgos biológicos que comparten con otros miembros de su familia. Algunos de esos rasgos pueden afectar a los niveles de ciertas sustancias químicas presentes en el cerebro (neurotransmisores y algunas hormonas del estrés) que regulan los estados de ánimo, como la ansiedad, la timidez, el nerviosismo y las reacciones ante el estrés.
Algunas personas nacen con un tipo de personalidad que les hace ser precavidas y muy sensibles a las situaciones nuevas. Esto puede hacerles más proclives a la fobia social. Otras aprenden a ser precavidas a raíz de las experiencias que tienen, el modo en que otros reaccionan ante ellas o los comportamientos que observan en sus padres y otras personas. La falta de seguridad en uno mismo y la carencia de habilidades para afrontar el estrés normal también pueden desempeñar un papel en la fobia social. Las personas que tienden a preocupan mucho por las cosas, son perfeccionistas y lo pasan muy mal cuando cometen errores sin importancia también tienen más probabilidades de desarrollar fobia social.

Afrontar la fobia social
Los psicoterapeutas pueden ayudar a las personas que padecen fobia social a desarrollar estrategias de afrontamiento para controlar su ansiedad. Esto implica entender y modificar los pensamientos y las creencias que les generan ansiedad, aprender y practicar habilidades sociales para ganar seguridad en sí mismas y, más adelante, poner en práctica lenta y gradualmente esas habilidades en situaciones reales.
Uno de los elementos de la terapia puede incluir el aprendizaje de técnicas de relajación (como las respiración profunda y ejercicios de relajación muscular). El ensayo conductual, consistente en que paciente y terapeuta ensayan determinadas situaciones probando nuevas conductas con antelación, también puede ayudar. Esto puede facilitar y hacer más automática la puesta en práctica de tales conductas cuando el paciente se enfrente a situaciones reales.
Una persona también puede aprender a corregir el lenguaje interno y los pensamientos que le provocan ansiedad, sustituyéndolos por otros más positivos y que fomentan la seguridad en uno mismo y las habilidades de afrontamiento. El terapeuta guiará al paciente para que sintonice con lo que piensa en determinadas situaciones y modifique algunos de esos pensamientos, sobre todos los negativos.

Entender los pensamientos preocupantes
Los pensamientos preocupantes tienen unas características particulares. Suelen adoptar la forma de preguntas que empiezan con "¿Y si..." y tienden a ser negativos en vez de positivos. Ejemplos de este tipo de pensamientos son: "¿Y si no sé que decir?" o "¿Y si suspendo el examen?". Además, los pensamientos preocupantes tienden a empeorar hasta el punto de que la persona pasa a esperar no sólo cosas malas, sino la peor cosa posible.
Cuando una persona con fobia social piensa en la posibilidad de que el profesor le pregunte en clase, lo más probable es que le vengan a la mente pensamientos del tipo de: "¿Y si contesto mal?" o "¿Y si me equivoco?" o "¿Y si hago el ridículo?". También puede tener pensamientos como: "No puedo hacerlo. Es demasiado difícil y me impone demasiado. Meteré la pata. Lo haré mal." A menudo, el lenguaje interno todavía empeora más la ansiedad y perpetúa el patrón de evitación de las situaciones temidas. Los principales mensajes que la gente con fobia social se envía a sí misma son: "Me da demasiado miedo" y "No lo puedo afrontar".
Los psicoterapeutas pueden ayudar a las personas que tienen este problema a identificar y examinar esos pensamientos. Por ejemplo, un estudiante a quien les preocupa que el profesor le pregunte en clase, puede analizar qué probabilidades tiene de dar una respuesta incorrecta. Si se da cuenta de que suele saberse la respuesta, será bastante improbable que se equivoque. Seguidamente, el terapeuta puede trabajar con el estudiante sobre cómo afrontar la situación en el caso de que efectivamente dé una respuesta incorrecta y cómo sustituir los pensamientos de preocupación por otros de calma y tranquilidad cuando tenga que afrontar situaciones sociales estresantes. Por ejemplo, se puede imaginar qué le diría a un amigo que necesita que lo tranquilicen, y aprender a decírselo a sí mismo.
En algunos casos, la medicación puede formar parte del tratamiento de la fobia social. A veces se utilizan unos medicamentos que ayudan a regular los niveles de serotonina (una sustancia química presente en el cerebro que ayuda a trasmitir mensajes eléctricos relacionados con el estado de ánimo). A pesar de que la medicación no soluciona el problema, puede reducir el nivel de ansiedad de la persona para que ésta pueda poner en práctica algunas de las técnicas que acabo de describir.

jueves, septiembre 21, 2006

Expertos estadounidenses debaten si la tecnología está contribuyendo al aumento de las conductas relacionadas con la timidez u ofrece una cura potencial.
Años después que Internet comenzó a permitir a la gente en diferentes continentes que se conecten instantáneamente, los médicos comenzaron a recopilar datos acerca de si el correo electrónico, los salones de conversación y los mensajes instantáneos están haciendo que las personas tengan más capacidad de comunicación.
Veremos con los años si estos estudios nos permiten hacernos una idea de si la red puede ser un aliado en la dura pugna por salir de este problema.

jueves, septiembre 14, 2006

«La industria farmacéutica ha convertido problemas cotidianos en enfermedades»
«Los fármacos de última generación son lanzamientos comerciales».«El Prozac se promociona como forma de vida».«Estamos sobremedicados»

Oviedo, Rafael SARRALDE
La industria farmacéutica ha convertido en gran negocio la promoción de nuevas enfermedades que hasta hace poco eran simples problemas asociados al hecho de vivir: el envejecimiento, la tristeza o la soledad. Esta tesis es el punto de partida de «La invención de trastornos mentales», un libro que se publicará en las próximas semanas de Marino Pérez y Héctor González, catedrático y profesor titular, respectivamente, de Psicología de la Universidad de Oviedo.
-¿Existe paranoia, una obsesión desmedida por la salud?
-HÉCTOR GONZÁLEZ: En cierto modo sí, porque se promocionan determinadas enfermedades. Ahora todo el mundo está enfermo. No hay nadie sano.

-MARINO PÉREZ: A la gente le gusta plantear los problemas cotidianos en términos de trastornos psicológicos. Para que sea así influye la industria farmacéutica, interesada en enseñar a la gente a adoptar un lenguaje clínico para sus problemas y entender esos problemas como resolubles desde un punto de vista médico.
-¿Por interés económico?
-M.P.: Claro. Hay una disciplina llamada «marketing farmacéutico» cuyo objetivo expreso es promover medicamentos. A veces se promueven enfermedades que luego necesitarán los fármacos que curiosamente ofrecen las mismas empresas promotoras.
-La industria farmacéutica ha llegado a definir la timidez.
-H.G.: Como fobia o ansiedad social. Pero nosotros entendemos que si una persona tiene fobia social, la mejor solución para superar sus problemas de timidez pasa por el análisis de sus relaciones interpersonales.
-O sea, que los tímidos son un negocio.
-M.P.: Al nombrar la timidez como fobia social ya se supone que tiene una categoría clínica y que precisa de medicación.

-H.G.: Se habla sin criterios científicos de una base biológica de la timidez, de unas alteraciones cerebrales que hay que tratar con fármacos. Para algunas personas esos fármacos pueden ser terapéuticos pero para otras pueden ser contraproducentes.
-¿De qué fármacos hablan?
-Los antidepresivos, como el Prozac, son los más conocidos, pero también hay muchos antipsicóticos de nueva generación para prevenir posibles trastornos.
-¿Qué les sugiere la sentencia de que la depresión va a ser la gran epidemia del siglo XXI?
-M.P.: La depresión puede ser un trastorno diagnosticado con mucha frecuencia. Pero sabemos que eso se debe a una cultura de la enfermedad. La gente ha interiorizado un vocabulario en términos de depresión para entender los problemas cotidianos y concibe estos problemas como trastornos mentales que supuestamente tienen origen biológico y para los que la farmacología encuentra una solución mágica. Uno de los mercados que se está abriendo ahora es el de los psicofármacos en China. Se ha calculado que unos cien millones de chinos pueden estar deprimidos sin saberlo. Dentro de diez años, esos chinos van a aprender un lenguaje para descubrir su trastorno mental.
-¿Vivimos en una sociedad sobremedicada?
-H.G.: Sin duda. En España los psicofármacos se han convertido en los medicamentos más vendidos por detrás de los medicamentos para problemas cardiovasculares o la hipertensión.

-M.P.: Hay una tendencia a convertir problemas normales en depresión. Antes era un trastorno más raro y menos grave. Se hablaba de trastorno depresivo. Tenía el rango de adjetivo, no de sustantivo como ahora. En los últimos veinte años, con el lanzamiento del Prozac, que se ha convirtió en fenómeno social, se extendieron los criterios de diagnóstico a la población en general. No dudamos de la existencia de la depresión sino que ésta se deba a una alteración bioquímica que no es conocida ni tampoco es necesario suponerla porque las propias condiciones de la vida tienen circunstancias que explican a menudo que uno tenga reacciones de tristeza o desánimo.
-¿El Prozac es contraproducente?
-H.G.: Puede causar una alteración excesiva, ataques de ira, inducir al suicidio. En Estados Unidos hay juicios por casos así.

-M.P.: El Prozac fue vendido en su día como un medicamento limpio porque aparentemente no tenía efectos secundarios. Ahora se sabe que no es así.

-H.G.: Se ha llegado a promocionar como una forma de vida que cambia la personalidad. Unos se hacen la cirugía para mejorar físicamente y otros toman el Prozac para mejorar psíquicamente.
-La Viagra es otro medicamento «milagroso».
-H.G.: Era una medicación para un trastorno específico (la disfunción eréctil) y ahora se utiliza como droga recreativa.

-M.P.: Otro fenómeno del que hablamos es que hay medicamentos que no están diseñados para curar determinadas enfermedades sino para estar mejor que bien.
-¿Interesa más el fármaco que el paciente?
-M.P.: El clínico pregunta al paciente en función del fármaco. No se escucha al paciente, no interesan las circunstancias de su vida, sus problemas personales.

-H.G.: Escuchar al paciente requiere mucho más esfuerzo. Además, a veces, el propio paciente está contento de concebir su problema en términos bioquímicos. De esta forma, quedan eximidos de la responsabilidad que ellos tienen acerca de cómo les va la vida. Piensan: «Algo va mal en mi cerebro y yo no tengo la culpa». Justifican lo que a uno le pasa por una causa moralmente neutra, que es el cerebro. Al final, culpar al cerebro tranquiliza al paciente, a su familia y al médico.

-M.P.: Ocurre a menudo en la escuela, con el llamado trastorno de hiperactividad.
-¿Otro problema inventado?
-M.P.: Es otro problema desmesurado al convertirse en un asunto médico cuando no está clara su naturaleza.

-H.G.: Cualquier niño con un problema escolar acaba siendo diagnosticado como hiperactivo y se le trata a base de fármacos. Hay un problema añadido: muchos de esos fármacos sólo se han probado hasta ahora con adultos y se desconocen los efectos en los niños. También se están dando antipsicóticos a niños de 4 años que son muy agitados en clase y que acaban siendo diagnosticados con trastorno bipolar.
-¿Cuál es el peligro de medicar a niños tan pequeños?
-H.G.: Muchos fármacos alteran el crecimiento y el desarrollo cerebral. Pueden ser muy tóxicos.

-M.P.: Dan más problemas que remedios al sistema nervioso. Y tienen un problema social: impiden que los padres o el profesor adopten las soluciones relevantes para el desarrollo de la personalidad o para el futuro desarrollo de adultos responsables.
-¿Su libro es un alegato contra la psiquiatría?
-H.G.: No. En todo caso, sería un alegato contra la psiquiatría biológica.

-M.P.: Es un libro contra determinada psiquiatría obcecada en entender los trastornos mentales como enfermedades y la medicación como su principal tratamiento. La psiquiatría es plural y en ella hay tendencias muy críticas con la psiquiatría biológica y que defienden un punto de vista psicosocial, un punto de vista contextual o ambiental, que es el que nosotros defendemos. También criticamos todo enfoque psicológico que trate de ser individualista e interiorista.
-¿Cuánto dinero se mueve con todo este tinglado?
-H.G.: Billones. Las farmacéuticas son un «lobby» de presión político e industrial. Todo es escandaloso. Se manipulan los ensayos clínicos, se ocultan los resultados de algunos fármacos, las estadísticas de gente que se suicida por culpa de algunos medicamentos, se vende gato por liebre a las mejores revistas médicas. Hasta un 50% de los artículos los firman escritores-fantasma, «free-lance» que cobran por lanzar un fármaco.
-¿Ha disminuido nuestro nivel de tolerancia ante las frustraciones de la vida?
-M.P.: Sin duda. Muchísima gente va por ahí diciendo que tiene o ha tenido depresión y se refiere a aspectos que la generación anterior no sólo consideraría normales sino como una oportunidad de madurar en la vida.

-H.G.: Se habla del síndrome premenstrual: determinados problemas de ansiedad antes de la regla que acaban siendo tratados farmacológicamente. Lo increíble es que desde hace sesenta años no se han descubierto novedades farmacológicas que tengan eficacia.

-M.P.: Desde los años ochenta, los fármacos de última generación son lanzamientos comerciales. No obedecen a descubrimientos médicos o científicos


EDITORIAL PRENSA ASTURIANA Director: Isidoro Nicieza

SOCIEDAD Y CULTURA

miércoles, septiembre 13, 2006

¿Qué es la Fobia Social?

La fobia social es el miedo a afrontar situaciones sociales y a la interacción con los demás. Este trastorno, también conocido como ansiedad social, se caracteriza por el temor a ser juzgado y evaluado negativamente por otras personas, llevando a sentimientos de vergüenza, humillación y depresión. Si una persona se siente habitualmente ansiosa en situaciones sociales, pero se siente bien cuando está solo, entonces se puede estar padeciendo una fobia social. Algunos de los síntomas físicos más habituales suelen ser: taquicardia, temblor de manos o cuerpo, malestar abdominal, enrojecimiento, tensión muscular, sequedad de boca y sudoración. Estos síntomas suelen ir acompañados de un gran malestar emocional, dónde la baja autoestima y los sentimientos de desánimo suelen ser permanentes. Un problema principal de este trastorno es la evitación de situaciones sociales, que en mayor o menor medida, son fundamentales para el desarrollo de una vida plena. Las evitaciones, así como los síntomas, suelen comenzar en la infancia o adolescencia. Influyen negativamente en el desenvolvimiento escolar, reducen la capacidad de interacción con los compañeros de escuela o instituto y coarta la vida sentimental de muchos jóvenes y adultos. El ámbito laboral también es una fuente de problemas para el fóbico social, ya que suelen ser entornos muy jerarquizados con figuras de autoridad, que no hacen más que incomodar aún más al afectado. Cabe destacar la diferencia que existe entre fobia social y timidez. Solo en la primera se produce un gran malestar psicofísico y se tiende a la evitación recurrente. La timidez, en cambio, es un rasgo de personalidad y puede ser vivida sin ningún tipo de trastorno porque no suele limitar en mayor grado la vida cotidiana de la las personas. Ambos comparten una carencia en lo que se refiere a habilidades sociales.Algunos de lo signos de alerta a tener en cuenta para diagnosticar una fobia social son:-Temor a conocer gente nueva o gran ansiedad al ser presentados por primera vez -Ansiedad excesiva en situaciones sociales cotidianas (con gente conocida)-Miedo a comer, beber o escribir en público-Utiliza o compartir lugares públicos: lavabos, comedores, salas de estudio, etc.
NIMHLa fobia social es una enfermedad real. Se puede tratar con terapia y medicamentos. Si tiene fobia social, le preocupa mucho la posibilidad de avergonzarse en frente de los demás. Su temor puede ser tan fuerte que le impide hacer sus tareas cotidianas. Puede ser que tenga dificultad para hablar con los demás en el trabajo o en la escuela. Su temor puede ocasionalmente hasta impedirle ir al trabajo o escuela.Puede ser que le preocupe sonrojarse o temblar en presencia de los demás. Puede ser que esté convencido de que las demás personas lo están observando simplemente en espera de que usted cometa un error. Aún hablar por teléfono, firmar un cheque en la tienda o ir a un baño público le causan temor.Muchas personas se sienten un poco nerviosas antes de conocer a alguien o antes de dar un discurso. Pero las que padecen de fobia social se preocupan semanas antes del evento. Pueden llegar a hacer cualquier cosa por evitar o cancelar el evento.La fobia social usualmente comienza en la niñez o adolescencia. Es muy raro que comience depués de los 25 años. Cualquier persona puede padecer de fobia social, pero es más común en las mujeres que en los hombres*. A veces puede ser hereditario. Sin tratamiento, la fobia social puede durar por muchos años o aún toda la vida."En la escuela siempre tenía miedo de participar en clase, aunque supiera la materia. Cuando comencé a trabajar, detestaba tener que reunirme con mi jefe. No podía ni siquiera sentarme a comer con mis compañeros de trabajo. Me sentía nervioso al pensar que me estaban mirando o juzgando y que iba a hacer algo estúpido. Mi corazón latía fuertemente y empezaba a sudar nada más de pensar que tendría que asistir a una junta. Estos síntomas empeoraban mientras más se acercaba el evento. A veces no podía dormir ni comer por varios días antes de una junta de personal".